Ay, Barcelona, ¡qué bona! Que nadie lo niegue, porque es imposible: todo el que va a Barcelona vuelve un poco enamorado, un poco con ganas de quedarse para siempre o, como mínimo, volver (mucho, muy a menudo). Da igual la época del año que se elija. Barcelona es bella en verano y en invierno, aunque si uno quiere disfrutarla de verdad, lo mejor es eludir esas dos estaciones e ir ahora, en primavera.
El sol luce perfecto, sin demasiado calor, la vida universitaria sigue en marcha, hay menos turistas y los locales y residentes llenan de animación plazas y bares, a cualquier hora. Porque ése es uno de los encantos de Barcelona, que los horarios poco importan, uno se rige por la luz del Mediterráneo y por sus ganas de aventura, de dormir o de salir.
Otro de sus encantos son sus lugares míticos que, a pesar de las aglomeraciones turísticas y del paso de los años, no pierden esa vibración especial que transmiten. Uno de los favoritos de todos los que visitan Barcelona y de los que residen en ella son, sin duda, Las Ramblas, el sitio donde confluyen y se entremezcla toda la gente de Barcelona, y los que la visitan. También es donde se encuentran algunos restaurantes emblemáticos de la ciudad, incluyendo la mayoría de los que ofrecen comida catalana auténtica, sin aditivos ni maquillaje.
Si estás alojado en el Hotel Catalonia Ramblas estarás justo allí, en el paseo, frente a la plaza Grande. Puedes bajar de la habitación cómodamente y visitar el paseo, comer, comprar unas flores, visitar el mercado de La Boquería y volver caminando. Con la calma.
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